¡Frohe Weihnachten!

Ya ha pasado la primera fase de la Navidad (24 y 25) y todavía no les había felicitado... aunque creo que todavía estoy dentro del tiempo reglamentario pues todavía quedan días para despedir el año y pedir los nuevos deseos y proponerse los nuevos objetivos del ya 2012... Lo típico, vamos. 

No sé si es por mi persona o por mi alrededor, pero la verdad que la Navidad no "me ha invadido" para nada. Siento que los días son eso, simplemente días, y no me he impregnado ni de la alegría ni del espíritu navideño que se espera para estos días. Nunca he sido una enamorada de la Navidad, pero si que me gusta. Y, sin embargo, por lo único que verdaderamente me he alegrado es por tener unos días libres para poder descansar después del tute de trabajo de esta primera semana (tema aparte).

La ciudad está decorada con lucecitas por todas partes, aunque nada muy espectacular, más bien modesto. Todos dicen que por estas fechas el año pasado ya estaba todo nevado y que no parece diciembre, que la falta de un entorno blanquecino no ayuda para el ambiente al que acostumbran "navideño", ¿será eso?

Los centros comerciales como el Alexa, en Alexanderplatz, y lugares como la Hauptbahnhof (Estación Central de Berlin, la mayor estación ferroviaria de paso de la UE) tienen, por supuesto, una decoración acorde con su tamaño. Un árbol de navidad que acompaña a los frenéticos compradores típicos de estas fechas o a los viajantes que, con la maleta bajo un brazo, se despiden o dan la bienvenida a Berlin.

Centro Comercial Alexa

YO en las bolas de Navidad

Centro Comercial Neukölln Arcade

Berlin Hauptbahnhof

Algunas tiendas de segunda mano tiñen sus escaparates de rojo, blanco... 

Pero no todo es seriedad en este país. Un poco de humor navideño, jajajja!!! Lo que me he reído... ¿les suena? pues les sonará...

Y bueno, he de reconocer que en algún momento me ha dado algún bajón. No tanto por mi como por la insistencia de la gente: "¿y vas a pasar sola las Navidades?", "¿y no te vas a tu casa?", "¿y vienen tus padres a verte?", "¿de verdad que las vas a pasar sola?", "¿y no están tus compañeras de piso?", "¿y no tienes amigos aquí?", "¿y que vas a hacer?", "¿en España las Navidades no son importantes?", "¿y no te da pena?", "¿y...?", y... ¿Y si dejan de preguntar? ¡Gracias! Son este goteo de preguntas y la reafirmación de lo que ya sé, lo que te embajona. Tipo tortura china, cada preguntita va mellando poco a poco esa fortaleza de cristal que uno se construye. Porque no soy de piedra, y oir como todo el mundo planea montar el árbol de Navidad, cómo le va a dar una sorpresa a su padre, comenta lo que va a cenar o hacer... lo hace más duro, sí. Pero sólo momentáneamente.

Porque, sí, estaba sola. Trabajé por la mañana, salí antes de mi hora y me pegué un paseo, me metí en una Iglesia envagelista y me gocé una obra de teatro infantil, me di un paseo por las solitarias calles berlinesas de un 24 de diciembre, me di un baño, me compré un pollo asado, me prepare mi cena, me bebí un vino que me regalaron en el trabajo y, ¡bendito skype!, hablé y vi a mi familia durante una hora.

Estaba sola, pero sólo físicamente, internamente no. Era mi día, tiempo para mi, para perderme por las calles, para disfrutar de una copa de vino y de oir el cloquío de los que siempre están dentro de mí.

Y al día siguiente, para compensar, tenía una cena con un amigo/conocido. Pensé que me invitaba porque sería una cena con amigos, y cual no fue mi sorpresa, que era con ¡su familia! Me quedé sorprendida. Citada a las cinco de la tarde, me dieron la bienvenida con una copa de cava español. Y mientras los hombres preparaban la cena, me puse a hablar con una amiga de Roland y a jugar con su sobrina, un moco de 7 años que me corregía lo que decía mal, ¡jajaja!

Una casa de cuento, toda pintada de naranja y empapelada como de los años 80, llena de caballitos de mar y decorada con mil artilugios hechos a mano. Y como banda sonora, mil canciones de los 70, los 80 y los 90 ¡en vinilo!, que ayudó a transportarnos a otra época o, simplemente, a una noche sin tiempo.

Después de una espectacular cena (sopa de cebolletas, lasaña vegetariana y tiramisú), más vino y música, hubo baile familiar. E incluso disfraces... ¡Sentía que los conocía de toda la vida!

Roland

Pero la noche no acabó ahí, después de la cena, Roland, Kristina y yo nos fuimos a casa de ella a seguir hablando hasta que el cansacio me susurró al oído: "ya no puedo más Elena". Entonces, fue hora de irse a a la cama.