Y la experiencia llega a su fin...
¡De vuelta a casa!
19 de diciembre: Berlin -Madrid (07.25-10.50h) - por EasyJet.
21 de diciembre: Madrid - LPA (12.50-14.50h) - por Ryanair.

29 de diciembre de 2011

Berlín en la piel

(Un break totalmente necesario de 'De Chira a Chora'. Necesitaba ¡¡vomitar!!, que se me están atragantando las palabras en la cabeza).

Hoy he pisado asfalto, piedras y arena. Hoy he pisado muertos. He pisoteado pegotes y barro. Y he circundado suelo sagrado. Hoy me he impregnado de un olor hediondo y se me han helado las manos. Hoy me he comido mi primera berlinesa. Hoy he encontrado una parte de la ciudad que me pertenece...

Hoy ha sido un día sorpresa. Un día en el que he descubierto una zona de Berlín que me ha encantado. Un día en el que he encontrado MI Berlín.

No sé si con motivo de la paliza de los días anteriores (como compensación) o si con motivo de la Navidad (como regalo), hoy mi jefa me ha dicho que salimos antes del trabajo. 14.30h y ya estaba en la calle. Subida en el metro y con la duda en mi cabeza: "¿voy a casa, o doy un paseo?", ¿doy un paseo, o me voy a casa?"... Saco el mapa de metro y miro las paradas que me quedan de camino. "No.... Me voy a casa...". Y guardo el mapa. Vuelvo a desdoblar el plano. "No... ¡venga! tienes que aprovechar que todavía es de día y, además, hoy hace solito". Guardo nuevamente el mapa en mi bolsillo, y repaso mentalmente las paradas... Stadtmitte me suena de algo... Ah! Checkpoint Charlie... No es lo que busco. Meto la mano en el bolsillo del abrigo, tanteo el mapa de metro y lo despliego por tercera vez.... Schwarzkopfstrasse... me recuerda al champú que lleva este nombre... No. Naturkundemuseum (Museo de Ciencias Naturales), buf... pereza! Oranienburger Tor... mmm... ¡Me gusta! Aquí me bajo. 

Y como si mis pies me hubieran llevado sólos, nada más salir del metro veo la majestuosa Sinagoga de cúpula dorada, que ya he visto en varias ocasiones desde distintos puntos de la ciudad, y a la que he querido venir en varias ocasiones sin éxito. Sin embargo... la miro, la contemplo, y la guardo para después, como la parte que más nos gusta de un pastel. 

Mis piernas siguen andando por una calle de edificios más altos de lo normal y espaciosa. Hoy mandan mis extremidades inferiores. O, quizás, deba decir mi inconsciente. Mi alma... Ando un rato... Graffitis, una sala de exposiciones, una tienda colorida, un café en el que dan ganas de entrar, un restaurante thai al que ya le he echado el ojo... Y de pronto... Sí. Un cementerio. No sé por qué estos sitios silenciosos y húmedos me dan paz. Ya lo he contado otras veces (cuando el gran cementerio frente al mar en Bondi, Sydney), y sé que puede parecer macabro, pero el misterio que encierran estos lugares, la soledad que se palpa, el mudo silencio del ambiente que lo envuelve todo... Todo y, especialmente, algo que se respira en estos lugares por naturaleza tristes (aunque no para una extraña que sólo lee nombres en las lápidas)... me inspira sosiego y tranquilidad. 

Vago durante un par de horas por entre los surcos de tierra que están pisoteados entre cada tumba. Cientos de ramos de flores frescas de colores chillones entre la tierra húmeda y  frondosas plantas verdes, montañitas de piedras diseminadas sobre algunas lósas, corazones hechos de piedra con frases de amor eterno, cruces, velas encendidas iluminando el atardecer cada vez más inminente, angelitos en diversas posturas salvaguardando el polvo de los seres queridos, pues el alma debe estar ya muy lejos de este recinto...  Lápidas simples, recargadas u originales, mausoleos de tamaño modesto, escaleras que no sé a dónde llevan y que se esconden bajo llave, bancos roídos para que se sienten los fantasmas en la noche, estatuas que inspiran ternura y tristeza, obeliscos pequeños, tumbas enormes sobre las que ya ha brotado un musgo verdoso y gélido... Y de pronto, entre tanta seriedad una figurita de una gallina (¿?), una botella de vino o un ¡árbol de navidad!

Unas carcajadas me sacan de mi mundo. Pienso: "será en la calle", pero las carcajadas se repiten a intervalos, y a medida que me acerco a un rincón del cementerio se van haciendo más escandalosas. Un grupo de unas seis personas, ¡¡están de pie entre las lápidas tomándose unas copas!!

Sigo andando entre nombres raros y apellidos repetidos (toda una familia), cuando leo: ¡Bertolt Brecht! ¿Se acuerdan? el de Madre Coraje (o La Ópera de los tres centavos, según acabo de mirar...). Es aquí cuando caigo por qué hay gente que está deambulando como yo entre lápidas y no poniendo flores o bebiéndose un vino a la salud de un ser querido.

Y es que resulta que el cementerio en el que estoy es el Cementerio Dorotheenstädtischer y francés, donde está enterrada la creme de la creme de la élite intelectual alemana. Escritores como Heinrich Mann, Arnold Zweig, Anna Seghers; filósofos como Georg Wilhelm Friedrich Hegel (no lo vi) y Johann Gottlieb Fichte; arquitectos como Karl Friedrich Schinkel (que tanto les he nombrado estos días); y un largo etcétera de los que no conozco la mitad...

Ya se ha hecho de noche... y bueno, me siento agusto pero no quiero dormir en el cementerio. Así que me dirijo a la Sinagoga. 

Pero... ¡alto! Nueva parada en el camino. ¡¡Naty encontré la famosa casa okupa que me decías!! No la han tirado todavía, y se llama Tacheles. ¡¡Y Chano, entré!! Para los que no la conozcan, a muy muy grandes rasgos: es una casa cultural okupa, que quieren derribar. Ya les contaré en detalle... No había leído nada sobre "ella", no la había visto en fotos ni en mapas, pero por las descripciones de ustedes dos, la reconocí al momento. Y sin pensarlo (y tras ver que la gente se metía por ahí como Pedro por su casa...) me lancé a su interior.

En un abrir y cerrar de ojos estoy metida en una máquina del tiempo. En una caja llena de mil colores, pintadas, garabatos, graffitis, texturas... Y, así, entre otros tantos turistas (italianos, ingleses, alemanes y españoles) me aventuro en este submundo desconocido y, ya un poco, comercializado hay que decir. Pero que no por eso deja de ser flipante.

¿Cuántos pisos tiene la casa? ¿seis, siete...? Subo piso por piso, a través de unas escaleras de madera pintarrajeadas y oscuras, que van oliendo peor a medida que las vas escalando. En cada rellano un pasillo más pintado aún y lleno de andamios que te lleva a mil habitaciones conectadas entre sí. Cuadros de los estilos que quieran, esculturas abstractas hechas de platina o tapones de corcho (¡un rinoceronte que lo flipan!), tapices o alfombras decorados con arena y piedras, monederos de cuero, camisetas de la marca "I love No Name" (Sin Nombre/Marca), cajas hechas de cualquier tipo de panfleto, ¡¡bisutería hecha con tenedores y cucharas!! (super chulo!!! eh? pero, increíble!), exposición de fotos y arte intestinal (ya lo entenderán cuando les cuelgue las fotos...), libros en cualquier idioma, ... En fin, un sinfín de arte y creación. Una explosión de creatividad que resuma desde las paredes... 

Como explicar la sensación... Cada vez que subes un piso, que entras a una habitación algo dentro de mi se inquieta... Sorprendida de antemano por lo que voy a ver. No sólo, o ¡no siempre!, por la obra en sí, sino por el lugar en sí mismo.

Y a medida que avanzas te vas impregnando... te vas impregnando e impregnando de un hedor que es tal por esa mezcla entre meado, ropa sucia, lugar cerrado, pintura y pegamento pero, sobre todo, por falta de agua, de mucha agua. Al entrar, el aroma okupa me pareció apenas imperceptible... Apenas una ráfaga pestilente que no molesta, que va con el lugar y la experiencia de esta ilegalidad. Pero, poco a poco, el olor se va adheriendo a mi, casi sin darme cuenta. A veces un tufo intenso se desprende de una esquina demasiado meada quizás... Pero es soportable. Donde es imposible es ya en el último piso sin salida, o sin entrada para los turistas a la casa real, no lo sé. La cosa que es una vez en la calle, el olor lo llevo pegado a la nariz. Lo tengo en cada poro y mi ropa huele toda a... ese tufo fruto de la curiosidad. 

Justo enfrente de esta mole gris desvencijada, un restaurante super moderno de comida singapurense, y al lado un indio, y un mexicano con música colombiana, y un sitio de cocktails, y una tienda con ropa vintage de descuento, y un café-lounge, y ahora un thai, y ochenta mil ristorantes italianos, y un sex-shop, y una sala de arte... Y entremezclada entre tanto barullo la Nueva Sinagoga, ¡espectacular!, a la que no pude entrar... ¡En otra ocasión!

Y con la sensación de ir oliendo mal, con dolor de pies y con hambre, regreso a casa. Estoy feliz. Me da igual. Me siento feliz porque... porque hoy he pisado asfalto, piedras y arena. Porque hoy he pisado muertos. Porque he pisoteado pegotes y barro. Y he circundado suelo sagrado. Porque hoy me he impregnado de un olor hediondo y se me han helado las manos. Porque hoy me he comido mi primera berlinesa. Porque hoy he encontrado una parte de la ciudad que me pertenece...

(*) Reportaje escrito.

8 comentarios:

  1. Laura desde Paris30 dic 2011, 10:32:00

    Me ha encantado este post, de hecho, como la mayoria, es un regalo leerte las mañanas cuando llego al curro... :)
    A ver si volvemos a esos sitios juntas!

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  2. Me intriga tu "buen rollo" con los cementerios, pero ese en concreto, debe ser algo especial

    Estaría bien ver las fotos de la casa Okupa, doy gracias que de momento no se capte el olor, porque segun cuentas, impregnaría la casa :-)

    Además en el mismo día ves dos sinagogas... vamos el día completito

    Muchos Besos,
    Jero

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  3. Parece que volvemos a encontrar ese ser sediento de vivencias contradictorias, sed de lo marginal, de lo prohibido,de lo estridente, de lo impensado, no sé que efecto te produce pero saca lo mejor de tu pluma.

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  4. Laurita! ¡Un beso enorme por estar ahí! ¡¡Descuida!!! Te llevo fijo! ¿Cuándo? ;)

    Bro, no colgué fotos adrede (ya lo haré), quería que primero se contagiaran de mi emoción. Después, a lo mejor, cuando vean las fotos les decepciona...
    ¿? Sólo vi una Sinagoga, la del principio y la del final es la misma...

    Sed... Sí, mucha sed. Me hacía falta un chute de todo eso que me comentas Pulsatilla... para sentir que estoy viva y saber que todavía me queda mucho por conocer y descubrir. Por eso me insipira, por eso necesito vomitarlo todo a través de mis dedos. Me alegro que les llegue... te quiero!

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  5. Como te dije, desde que leí la primera línea supe que habías encontrado la casa Okupa! A través de fotos puede decepcionar, como tu dices, porque la verdadera esencia de ese lugar está en su "alma", en lo que no se puede ver. No entiendo cómo quieren derribar un lugar así, que es un homenaje único (peculiar y estridente -como captó tu madre perfectamente-) a la cultura.

    Jero, este cementerio no lo he visto (aunque por lo que cuenta Ele sí tiene que ser muy especial), pero no es intrigante que también el de Bondi despertara los sentidos de tu hermana. Es el lugar donde todos querríamos ir a descansar... eternamente.

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  6. jo ele, impresionante, super exitante la parte de la casa okupa..
    bsitos
    ++++++++++++++++++++++++

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  7. La verdad que es una pena... y más en Berlín! Habrá que ver que es lo que dicen los que la quieren tirar abajo...

    Oye Naty! qué bonito te ha quedado lo del cementerio...

    Ali, ya estás tardando en venir!?!?!

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  8. En ese tren hubo una pelea de Elenas, la aventurera y la de "déjate de rollos ya iras en otro momento que estás molida", sería un día de esos de "a tomar por..." y te decidiste jejeje ya ves que da gusto leer que te salió un tiro muy bueno por encontrar esos lugares que tanto te hacen vibrar, pues si señorita!! y hay que repetirlo!! que esa sinagoga te está esperando para tener otro día chaaachon en todos los aspectos :)

    Viva esa Elena exploradora! plas plas plas :P

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