Y la experiencia llega a su fin...
¡De vuelta a casa!
19 de diciembre: Berlin -Madrid (07.25-10.50h) - por EasyJet.
21 de diciembre: Madrid - LPA (12.50-14.50h) - por Ryanair.

16 de febrero de 2012

Curry...

Entró con paso indeciso. No había probado nunca ese lugar, la habían invitado un par de veces, pero ella había rehusado. Sin embargo, después de varios años pasando por delante de esa puerta, sentía una pequeña tentación. Y, por fin, ese día de mayo decidió cruzar el umbral de ese lugar atractivo, oscuro y misterioso.

Por fuera parecía colorido y desprendía un agradable olor que ascendía hacia su cerebro o, quizás, que descendía hacia su estómago... Sin embargo, una vez dentro, todo parecía más discreto, más reservado, más tímido... Quizás porque siempre pasaba por delante de noche, con el barullo de la gente y las luces rojas-anaranjadas, que ocultaban su otra cara. Decorado con telas sedosa colgadas de las paredes, lamparas morunas y velas que seguro habrían apagado y encendido mil historias...

Se sentó inquieta y, a la vez, atrevida. No sabía qué pedir, no sabía qué probar... "Déjate llevar y disfruta", le repitieron con cierto brillo en los ojos. Era toda una nueva experiencia para su inexperto y memorioso paladar. Y eso intentó.

Al principio parecía que no hablaban el mismo idioma pero consiguió hacerle entender que era la primera vez que iba a probar un hindú y que necesitaba que le llevaran de la mano por los sabores y colores de su menú.

Ella, todavía no lo sabía... pero había algo en los ingredientes que la cautivarían. Un toque suave pero intenso. Una especia que la atrapó no sólo con su sabor, pero con su olor. Eso era, sobre todo, por su olor. ... Un olor que cada vez que llegaba a sus orificios nasales la llevaban de ida y vuelta a la India. Un olor que cada vez que llegaba a su cerebro le causaba un escalofrío eléctrico por su sistema nervioso. Algo inexplicable. Algo inesperado...

Un sabor que sus papilas gustativas se resistían a aceptar. Una sensación que su lengua saboreaba con miedo. Una impresión que sus labios buscaban con ansia y, a la vez, evitaban con pudor.

Y, así, se descubrió enganchada a ese valle asiático donde las emociones se le mezclaban. Dónde, por alguna razón, encontraba paz para su alma. Una paz que se convertía en escalofrío cada vez que probaba esa salsa adictiva...

Adictiva por las tan diversas sensaciones que le hacían experimentar. Unas veces era picante como la cayena o el ají, otras intenso como la cúrcuma, otras aromático como el fenogreco, relajante como la canela, amargo como el azafrán, agridulce como la mostaza, estimulante como el jengibre, dulzón como el comino, a veces doloroso como la nuez moscada o cicatrizante como el apio...

En definitiva, era una salsa que revoloteaba desde lo más banal en su plato hasta su alma confusa.

4 comentarios:

  1. Me han entrado ganas de ir a un Hindú leyendo esta última entrada...

    También hay mucha comida asiásita por Berlin?? Ttodas las grandes ciudades tienen su escondrijo asiático

    Muchos kss

    ResponderEliminar
  2. soberbio!
    es q leí y m olía a curry,jajjaj
    ese es el indio q dices q m vas a llevar?
    qtl con Silvia por ahí? ya veo q no paran
    bsitos a las dos..

    ResponderEliminar
  3. Me alegro que les haya gustado. Pena que a ESTE indio no les puedo llevar...

    Bro, tanto tanto asiático aquí no hay, turco y kebabs todo lo que quieras!

    Olor a Curry... mmmm!!!

    Con Silvia muy bien, ya les contaré! Hoy se ha ido al Museum Inseln, les dejo que salgo pitando a trabajar!! Muak

    ResponderEliminar
  4. A mi también me gustaria ir a ese indio...pero me gusta verlo con tus ojos y..olerlo

    ResponderEliminar