Fin de mes apremia, y yo todavía no he movido ni una mota de polvo de mi cuarto.... No sé ni por dónde empezar, aaahhhHHH!!! ¡qué pereza! ¿me entiendes, verdad sister? Pero qué compenetración... ¡que nos mudamos a la vez y todo!
Empiezo por las cosas de la cocina y del baño, que por escasas son más fáciles. Abrir cajones, hacer revista con
la mirada, escudriñar cada rincón en busca de alguna pertenencia
olvidada... Y por último mi cuarto. Al final, excluyendo las botas y los abrigos (que ocuparon una maleta entera), el
resto de la ropa de siete meses me cupo entre una maleta grande y dos pequeñas. Y he descubierto que ¡casi tengo más botes, potingues y demás botitos de
higiene y presumería que trapos!
No sé si fue decepción o alivio, pero al fínal me di cuenta que la mitad de las cosas que decoraban mi habitación no eran mías.
Una vez metido el diente, la parte de recoger y encajar todo en una maleta fue rápido e indoloro. La mudanza en sí la hice en guagua,
¡que sólo eran dos paradas de diferencia entre ambas casas! de A a B.
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¡Ya en el barrio de Kreuzberg! |
Jala pa'quí,
carga pa'llá, arrastra como puedas, empuja con el pié, baja de acá...
Todo maniobra. Lo más difícil eran los cinco pisos que esperaban
impasibles mi bienvenida. El primer cargamento no era tan pesado, pero
el segundo... ¡Madre Santa! La subida se hizo eterna, y mentalmente la
cabeza iba haciendo la cuenta atrás: "los zapatos de los vecinos en el
descansillo (muy normal por estos lares), primer piso; pegatina en la pared,
segundo piso; felpudo de un perro, tercer piso; felpudo en un idioma
que no entiendo, cuarto piso...", y ¡por fin! el último tramo, ya sin
aliento y con los brazos sin fuerza alguna, ¡¡Quinto Piso!! Herzlich Willkommen! (¡Bienvenida!).
Más o menos creo que me hice unos cuatro viajes en dos días, ida y vuelta, maleta cargada de ida, maleta vacía de vuelta,
con lluvia y remojo, e incidete en la parada de guaguas incluído, donde
un inmigrante borracho hasta las células madre me intentó tocar el culo:
- "Mademoiselle... parla francais? nuuu...", se tambalea. "french, anglé, german... Berlin mutlicultural!! multicultural!!! arab.... everything... (...) Belle Mademoiselle...", me pica el ojo. "Vou me compris... oui?". Y zás! Tiempo justo para gritarle algo y salir corriendo a por la guagua que justo llega en ese momento.
Ahora
ya sólo me quedaba lo más difícil y lo más importante. ¡EL COLCHÓN! Le estuve dándo vueltas un par de días... En
guagua necesitaba de otra persona, y aunque tanto las antiguas como las
nuevas compañeras de piso me habían ofrecido ayuda, no las quería
molestar. ¿En la bici? imposible. ¿Conozco a alguien con coche? no... sólo un colega que tiene un Smart. ¿En taxi? es la última opción. "También puedes utilizar un carrito de la compra", me sugieren, "mmm....".
Después
de llevarlo todo, de hacer una compra buena para la nueva casa y de
tomarme un café de bienvenida con mis nuevas compañeras, Katja y Jule,
me decido a coger un carrito del Lidl y empezar la proeza: transportar
el colchón.
Agarro
el colchón por las agarraderas y lo arrastro escaleras abajo,
intentando que no toque mucho el suelo para no guarrearlo. Un sólo piso
no es muy difícil pero si mal amañado. Siguiente paso: Operación
Carrito. A ver como c*#• lo hago... Dobla por aquí, apretuja por allá,
empuja por un lado, levanta por una esquina... Por fin, sudando como un
pollo, consigo meterlo entre las rejas del carrito. Peeeero, he hecho la
operación dentro del zaguán y ¡ahora no cabe el carrito con el colchón
por la puerta! ¡¡Mieeeeerrrda!! Intento sacarlo haciendo lo posible por sacar
el colchón dentro del carrito pero, como una babosa, el colchón, que a
todo esto no les he dicho que es de cama grande, se escurre y se
espatarra en el suelo divertido. ¡Nooo...! No sé si llorar o reir...
Así
que vuelta a empezar. Operación en el patio, más difícil porque aquí
tengo que agarrar el carrito con el pie mientras intento de forma inútil
abarcar el colchón y tumbarlo de cao técnico. Se me escapa el carrito y
tiro una bici, los vecinos del primero me observan, se me vuelve a
descalabrar el colchón y se me rebosa todito por el suelo... ¡Aaaahhhh!
Pero
ya saben lo cabezota que soy. Y al final conseguí hacerme con el
colchón, hacerle una llave final y rematarlo en el puñetero carrito.
Justo en ese momento, en que me encamino hacia la calle a pasar
vergüenza, recibo un mensaje de Ingo: "¿no habíamos quedado a las nueve
en el Sadhu?". ¡Mierda! Se me ha ido el tiempo, ¿y ahora que hago con el
carro? En la calle no lo puedo dejar, y en el patio de mi casa
tampoco... El resultado...
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Al final mi amigo del Smart me dijo. "¡Lo metemos en el coche!" |
Sólo
eran cinco minutos, o menos! pero es que el colchón iba colgando y yo agarrándolo para no perderlo por el camino!! La gente partida de la risa, ¡yo la
primera! Y bueno, la ayuda del coche venía incluída con subirlo al
quinto piso. Así que entre dos, no se hizo tan pesado. Jejejej.
Y después de contarles las peripecias, ¿quieren ver mi nueva casa?
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Entrada, la habitación que hay justo en frente es de Katja. |
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Cocina, super acogedora. Y en frente la habitación de Jule. |
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¡¡MI CUARTO!! |
Pequeñito, pero suficiente. ¿Han ampliado la foto? ¿NO? ¿No ven algo raro? ¿Se han fijado en el somier? Sí, mi somier está improvisado (no por mí, que no tengo imaginación para tanto!) con cajas de cerveza y unas tablas!!
¡Taber! ¡¡tú sueño!! ¡¡una cama de cervezas!! jajajaj!! La verdad, que de entrada me dió mal rollo, pensando que eso no aguantaría, pero ¡se duerme de gloria!
Y ahora, he de decir, lo peor de la casa. Los minúsculos baños.
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Uno cabe sentado, y ¡de milagro! |
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Donde está la bañera, hay que entrar ¡casi de lado! |
¡¡Chiquitita pero acogedora!! Y mis compañeras, a las que todavía no he tenido oportunidad de retratar, son un encanto. Ya hemos hecho un par de cenitas, hemos visto una peli, tomado vinito... Pinta muy bien.
Están invitados a esta segunda etapa berlinesa. Eso sí, ¡vengan entrenados! Yo sigo llegando sin aliento, pero dentro de unos meses les cuento...